Taniperla, una comunidad Tzeltal en los altos de Chiapas

Ir-siendo ecológicos con las Epistemologías del Sur

Jacobo Castellanos
De America Soy

--

En Being Ecological (2018), Timothy Morton nos cuenta de la vez en que, por tres días exactamente, se sintió realizado porque en su casa había dejado de utilizar combustibles fósiles para depender en cambio de la energía eólica. Ahora sí –se dijo a sí mismo– podría tener una fiesta desmesurada en cada uno de los cuartos de su hogar sin sentirse culpable por contaminar el planeta. [Al leerlo, me imaginaba que eso más o menos debe sentir un consumidor cuando le dicen que el 10% de su compra iría a alguna causa social.] Después del tercer día, Morton se dio cuenta que gran parte del discurso ecológico –aquel que lo hacía sentirse realizado– no era más que petrocultura.

La petrocultura se refiere a nuestra dependencia en el petróleo y cómo esto define nuestras sociedades (LeMenager, 2014). Nos remite a un plano físico y material, ocupado, por ejemplo, por los automóviles o los plásticos que utilizamos a diario; pero también alude al plano axiológico, que es abstracto, pero con repercusiones reales. En este último nivel se encuentra el concepto de sostenibilidad. En ecología y en economía su connotación es inequívoca: lo sostenible es aquello que, “[…]se puede mantener durante largo tiempo sin agotar los recursos o causar grave daño al medio ambiente.” (RAE, 2017, 23.1 ed.). Bajo este sistema de valores y creencias, bien podría Morton tener cuántas fiestas quiera, al menos en cuanto al medio ambiente concierne, pues utiliza energías renovables. O sea, lo que se sostiene es el estilo de vida, no el medio ambiente (que se sostiene por sí mismo, a menos que nosotros lo destruyamos). …

El balde de agua fría nada tiene que ver entonces con el impacto ecológico de sus acciones; en efecto, el uso de energía eólica es sostenible. El problema de Morton tiene más que ver con las limitaciones de la petrocultura. Con esto no se refiere únicamente a lo que este marco cultural nos permite hacer, sino más bien qué tan lejos nos permite pensar. Como filósofo, Morton se pregunta, ¿cómo pensamos bajo este paradigma? ¿Cuáles –o qué tan amplios– son nuestros espacios de posibilidad? A todas luces es un espacio demasiado confinado, como bien demuestra el ejemplo de Morton: quizás el problema no era el uso de combustibles fósiles, sino que quería iluminar cada cuarto de su casa con lasers y con luces de colores para estar en una fiesta constante. Nos preguntamos cómo ser sostenibles; quizás sería más adecuado preguntarnos qué estamos sosteniendo, y si es que vale la pena sostenerlo.

“El problema no es necesariamente lo que crees, sino cómo lo crees.” (pg. 32)

Morton no pretende ni impulsar ni rechazar un modelo de vida sostenible. No busca arremeter contra los que contaminan con desmedida, ni mucho menos contra los que reciclan religiosamente. Partiendo de su propuesta metafísica (Ontología Orientada al Objeto, o Triple O), hace un llamado a la conciencia: somos inevitablemente ecológicos porque existimos en este mundo en el que todos –y todo– estamos ontológicamente entrelazados. Así, ser ecológico (Being ecological) es una manera de vivir que toma muchas formas. En otras palabras Morton nos diría que nuestro compromiso es encontrar o construir maneras de vivir el conocimiento ecológico; o sea, maneras de ser ecológicos –de pensar y de vivir– que dilaten nuestros espacios de posibilidad.

Para ser ecológicos, Morton reclama entonces el lugar de la filosofía, y específicamente de la epistemología. Es por esto que en este ensayo retomo el pensamiento postabismal de Boaventura de Sousa Santos, sus Epistemologías del Sur, y su ecología de saber. Si es que necesitamos una mejor manera de ser ecológicos, una mejor manera de vivir el conocimiento ecológico, necesitamos replantear nuestro cimientos epistemológicos; en este sentido, las epistemologías del sur, y la ecología de saberes específicamente, pueden ser un punto de partida. El objetivo no es formular alguna receta, sino apenas conciliar dos teorías que pueden, a primera vista por lo menos, ser compatibles y complementarias.

Ontología Orientada al Objeto y Ser ecológicos

Para Morton, la ontología es plana: los seres humanos, los animales, la biosfera, las cosas y las ideas están en un mismo nivel. La Triple O rompe así con la tradición antropocéntrica, nivelándonos y entrelazándonos. Para ilustrar: el papel en el que se lee este artículo es tan complejo y tan completo como los ojos que lo leen, y los ojos tanto como la cabeza y el cuerpo que los sostienen; incluso tanto como el ‘yo’ que cada uno de nosotros es. Cada objeto –el papel, los ojos, el cuerpo, el ‘yo’– es un todo en sí mismo, y cada objeto se conecta con otro para crear otro todo: yo, Jacobo, el que escribe este artículo, soy un todo, pero al mismo tiempo estoy conectado a –soy parte de– una familia, que también es un todo, y a una comunidad, que es otro: todos estamos conectados, pero al mismo tiempo cada objeto es íntegro e incomprehensible.

Las implicaciones ecológicas de su ontología son confusas, pero en esencia, diría que se pueden resumir en tres ideas. La primera es que todo está inherentemente conectado: hay una línea física y/o lógica que conecta el dedo chiquito de nuestro pie con cualquier vertedero de desechos tóxicos ubicado a cientos o miles de kilómetros de distancia. De manera burda se podría explicar esta idea diciendo que un ataque al medio ambiente es un ataque a nosotros mismos. En la actualidad no dimensionamos –no vivimos– esta conexión. Es como si una persona creería que tomar alcohol no le hace daño porque solo afecta a su hígado, como si su hígado no estaría conectado con el resto de su cuerpo, o como si el hígado por sí mismo no podría quitarle la vida.

La segunda implicación de su ontología es que, contrario al adagio popular, la suma no es más que sus partes. Es decir, la biosfera no es más importante que alguna especie en particular. Todos somos un todo. Y esto no aplica sólo a los seres vivos, sino a todo, pues, como mencioné antes, su ontología es plana. El ejemplo que Morton nos ofrece es esclarecedor: la motocicleta no es más importante que cada una de las partes que la compone, porque si lo fuera (como dicta la petrocultura), cada parte sería prescindible — y esto es ecológicamente peligroso.

La tercera es que todos somos ecológicos. Es imposible no serlo: si es que todo está ontológicamente conectado, entonces todos somos ecológicos. Todos vivimos el conocimiento ecológico de alguna u otra manera: somos (ecológicos) porque existimos. Entonces la cuestión no es si es que somos o no ecológicos, sino cómo lo somos. Morton identifica cinco actitudes ecológicas predominantes en la actualidad; es decir, cinco maneras de ser ecológicos en nuestro pensamiento. Más allá de lo que describe de cada una de ellas, lo que importa para este ensayo es que todas están sujetas a críticas. Ante este escenario, lo que se requiere entonces es encontrar otra manera de pensar y de vivir el conocimiento ecológico: otra(s) epistemologías.

Epistemologías del Sur

Morton explica y defiende los fundamentos filosóficos de la Triple O y critica las maneras de ser ecológicos que predominan en la actualidad, pero no ofrece una ruta a seguir. En cualquier caso, no creo que sea posible o pertinente ofrecerla, pero al leer su teoría pensaba en el potencial ecológico que puede resultar de su compaginación con la Epistemología del Sur. Más allá del planteamiento ontológico, el problema de nuestro(s) ser ecológico es que está encerrado dentro de un paradigma epistemológico (espacios de posibilidad) que nos ciega, que no nos deja ver más allá del petróleo, por así decirlo. Este pequeño espacio epistemológico es denominado por Boaventura de Sousa Santos como el pensamiento abismal: el pensamiento que existe en un abismo fenomenológico que borra todo lo demás; divide la realidad social en dos universos: el universo de este lado de la línea (que existe), y el universo del otro lado de la línea (que no existe):

“La división es tal que ‘el otro lado de la línea’ desaparece como realidad, se convierte en no existente, y de hecho es producido como no–existente. No–existente significa no existir en ninguna forma relevante o comprensible de ser” (pg. 160)

Ante este confinamiento epistemológico, Boaventura de Sousa Santos promueve el pensamiento postabismal, que se configura sobre su teoría de las Epistemologías del Sur, que, en esencia, está enfocado en, “[…] la búsqueda de conocimientos y de criterios de validez del conocimiento que otorguen visibilidad y credibilidad a las prácticas cognitivas de las clases, pueblos y de los grupos sociales que han sido históricamente victimizados, explotados y oprimidos por el colonialismo y capitalismo globales” (de Sousa Santos, 2009, p. 12). Así, las Epistemologías del Sur trascienden la cuestión ecológica, y parecería, incluso, que están más interesadas en atender injusticias sociales que por romper con los espacios de posibilidad. Pero es que hay una correlación directa: lógicamente, redimir el pensamiento y las ideas de grupos marginados significa ampliar el panorama axiológico y epistemológico.

Uno de sus objetivos es superar el desperdicio de experiencias y, por consiguiente, aumentar las posibilidades de futuros emancipatorios (de Sousa Santos, 2005). Para ello desarrolla tres orientaciones generales hacia el pensamiento (Binimelis-Espinoza & Roldán-Tonioni, 2017): la sociología de las ausencias y las emergencias, la producción ecológica de saber, y la traducción intercultural. Con la sociología de las ausencias, busca demostrar que lo no-existente es activamente producido como no-existente (de Sousa Santos, 2009), “o sea, como una alternativa no creíble a lo que existe”: lo no-existente es simplemente ignorado, o sino, es visto como inferior, retrasado, [demasiado] local o particular, o improductivo (p. 22). Me recuerda al poema Los Nadies, de Eduardo Galeano, que lo cito en parte aquí como ejemplo, aunque limitado, de como se produce lo no-existente:

[…]

Los nadies: los hijos de nadie,

los dueños de nada.

Los nadies: los ningunos, los ninguneados,

corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos,

rejodidos:

Que no son, aunque sean.

Que no hablan idiomas, sino dialectos.

Que no profesan religiones,

sino supersticiones.

Que no hacen arte, sino artesanía.

Que no practican cultura, sino folklore.

[…]

Con la sociología de las emergencias, pretende “sustituir el vacío del futuro según el tiempo lineal (un vacío que tanto es todo como es nada) por un futuro de posibilidades plurales y concretas, simultáneamente utópicas y realistas, que se va construyendo en el presente a partir de las actividades de cuidado” (p. 25). Así se constituye una ecología, que se entiende como “la práctica de agregación de la diversidad a través de la promoción de interacciones sustentables entre entidades parciales y heterogéneas”. (2009, p.113) — y específicamente, la ecología de saberes, que busca asegurar igualdad de condiciones a las distintas formas de saber como “forma epistemológica de las luchas sociales emancipatorias emergentes sobre todo en el Sur” (2009, p.117).

La Epistemología del Sur no es una propuesta posmoderna; insiste, sí, en la igualdad de condiciones en la ecología de saber, pero no significa que todos los sistemas de conocimiento tengan la misma capacidad para atender diferentes situaciones. La Epistemología del Sur es pragmático-crítico realista: reconoce que hay diferentes sistemas de conocimiento que pueden mejor lidiar con diferentes situaciones o contextos:

“Para una ecología de saberes, el conocimiento-como-intervención-en-la-realidad es la medida de realismo, no el conocimiento-como-una-representación-de-la-realidad. La credibilidad de una construcción cognitiva es medida por el tipo de intervención en el mundo que esta permite o previene” (2009, p. 124)

A diferencia del pensamiento occidental-hegemónico, no obstante, las Epistemologías del Sur están particularmente conscientes de lo marginal, lo externo, lo no-existente. Así, en vez de cuestionar la metodología detrás de algún experimento, cabría más cuestionar la epistemología, pues es posible que, en algunos casos, no sea el conocimiento científico lo más adecuado para intervenir en la realidad, como hemos podido ver en la cuestión de la preservación de la biodiversidad. A manera de resumen, termino con esta frase:

“La ecología de saberes favorece jerarquías dependientes del contexto, a la luz de los resultados concretos pretendidos o alcanzados por diferentes prácticas de conocimiento. Las jerarquías concretas emergen desde el valor relativo de intervenciones alternativas en el mundo real.” (p. 125)

Conclusión: Ir–siendo ecológicos con las Epistemologías del Sur

Si aceptamos la propuesta ontológica de Morton, y lo que necesitamos es encontrar diferentes maneras de ser ecológicos, de vivir el conocimiento ecológico, entonces tenemos que ampliar nuestros espacios de posibilidad. El pensamiento hegemónico nos permite cuestionar sus limitaciones internas, pero nunca, por definición, sus limitaciones externas. Para cuestionar sus limitaciones externas necesitamos romper con el entendimiento hegemónico y reconocer necesariamente las epistemologías alternativas: las no-existentes. Bajo la petrocultura, en este caso, reconocemos la necesidad de utilizar energías renovables, pero no la posibilidad de cambiar nuestro estilo de vida — de no querer o necesitar prender todas las luces de tu casa para estar en una fiesta constante. Para eso, necesitamos salirnos del pensamiento hegemónico: necesitamos la sociología de la ausencia para darnos cuenta de nuestras limitaciones, y la sociología de la emergencia para considerar posibilidades futuras.

La Epistemología del Sur nos permite reconocer y fomentar el potencial del conocimiento científico. Aunque de Sousa Santos no lo diga de manera explícita, me imagino que no tendría reparo en asegurar, por ejemplo, la superioridad de la ciencia moderna sobre la frenología o la homeopatía en el campo de la medicina. Sin embargo, la Epistemología del Sur también nos obliga a cuestionar los límites del conocimiento científico; o mejor todavía, el potencial de las alternativas epistémicas. La Epistemología del Sur pone sobre la mesa el conocimiento indígena, por ejemplo, que ha sido más armonioso en su relación con la naturaleza que la sociedad moderna y urbana. No es un apelo romántico a su estilo de vida, pero sí un reconocimiento de su existencia y del valor que tiene, o que puede tener, si es que lo incluimos en una ecología de saber.

Finalmente, como pragmática y crítico realista, la Epistemología del Sur está sustentada y alimentada por la realidad (o fenomenología); retomando la cita anterior, “favorece jerarquías dependientes del contexto, a la luz de los resultados concretos pretendidos o alcanzados por diferentes prácticas de conocimiento”. Así, es también una forma de pensamiento que está en constante evolución, sujeta a los diagnósticos críticos del presente. Ser ecológicos bajo este modelo epistemológico, entonces, no supone ser paradigmático, sino que crítico y adaptativo. Es decir, no seríamos ecológicos, sino que iríamos siendo ecológicos: vamos siendo ecológicos en la medida que diagnosticamos el presente (basándonos en una sociología de la ausencia), para ir siendo ecológicos con vistas hacia un futuro de posibilidades emergentes (sociología de la emergencia).

--

--